"Mientras oraba, se mantenía sereno. Era al marchar y tomar agua bendita em la pequeña pila, a la puerta de la capilla, cuando surgían las dudas: al rezar y santiguarse había pensado en el sacrificio de Nuestro Señor o en el juego de zancos que le aguardaba en el patio?"Miguel Delibes, El hereje, Barcelona: Ediciones Destino, 1998, p. 176.
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