"(...) dejaban descubierta del todo la terra roliza y ensangrentada que los alimenta y, en las montañas lejanas una triste corona de vapores y nublados oscilaba en giros vagos y caprichosos al son del viento, cruzando unas veces rápidamente la atmósfera en masas apiñadas y descargando recios aguaceros y entreabriéndose otras a los rayos del sol para envolverle prontamente en su pálide y húmeda mortaja."
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