"Se ensombrecía el paisaje. El sol había desaparecido en el interior de aquel monstruo que llenaba el horizonte. Su lomo ondulado erizábase de plata, y como si no pudiera contener el ardoroso astro, estallaba su vientre dejando caer una lluvia de pálidos rayos. Después, abrasado por esta digestión, desvanecíase en humo, rasgábase en negras vedijas, y outra vez aparecía el rojo disco, bañando de oro cielo y tierra, poblando de inquietos peces de fuego el agua de los estanques.
Renovales, apoyado en la baranda, con un codo junto a la condesa, aspiraba el perfume de ésta, sintiendo el cálido contacto y las durezas calientes de un lado de su cuerpo."
Vicente Blasco Ibáñez, La Maja Desnuda, 2.º ed., Barcelona: Plaza & Janes, 1978, p. 150.
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