"Una querencia tengo por tu acento,
una apetencia por tu compañia
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.
Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu amor e galanía,
clemencia de tu voz la tuya mía
y asistencia el estado en que lo cuento.
Ay querencia, dolencia y apetencia!:
me falta el aire tuyo, mi sustento,
y no sé respirar, y me desmayo.
Que venga Dios, que venga de su ausencia
a serenar la sien del pensamiento
que me mata con un eterno rayo."
Miguel Hernández, El Rayo Que No Cesa, Madrid: Espasa, 2012, p. 45.
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