"Por tanto, al igual que los campesinos, quitaremos de nuestra tierra toda impureza y superfluidad. A continuación la haremos más esponjosa según el Arte y la Naturaleza, lavándola, regándola y desecándola. Hecho esto, la engrasaremos con su grasa natural y después de haber recibido el rocío del cielo, que le comunicamos a la manera de los Sabios, estará tan bien preparada que quedará dispuesta para recibir la semilla metálica de nuestra Piedra, es decir, del Oro vivo de los Sabios que, a su devido tiempo, producirá el Árbol Solar."
Anónimo, Instrucción de Un Padre a Su Hijo Acerca del Árbol Solar, trad. Santiago Jubany i Closas, Barcelona: Indigo, 1997, p. 36.
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